Derribar o reformar la zona de confort

Es fácil dejarse llevar por la inercia del día a día, hacer siempre lo mismo, ir a los sitios de siempre, relacionarse con un pequeño grupo de amigos, hablar de los mismos temas… Está claro, quedarse en la zona de confort es sencillo y requiere mucho menos esfuerzo que salir, actuar y hacer algo para cambiar las cosas. Por algo lo llaman la zona de confort. Puede que sea limitante y minúscula, pero qué bien se está ahí dentro. 

¿Qué es la zona de confort?

Es ese espacio en el que te desenvuelves en el día a día, limitado por fronteras invisibles autoimpuestas, donde te sientes tranquilo y seguro.Parece bonito, pero hay algo que chirría. No estás agusto del todo, te falta algo. A menudo las personas se ven envueltas en situaciones intermedias, que ni fú ni fá, no estoy mal pero tampoco estoy bien. Puede que te sientas estancado en un trabajo, que sigas en una relación de pareja que no te satisface o, simplemente, que no te atrevas a cambiar de look. Da igual lo trascendental que sea la temática, la cuestión está en que en el fondo tienes la necesidad de cambiar, de dar un giro a tu vida, de hacer aquello que siempre habías soñado, liberarte de las ataduras autoimpuestas… pero no sabes cómo. A veces, hasta el más pequeño de los cambios puede parecer un suplicio en comparación con la opción de no hacer nada, tenemos un don para encontrar el confort en el disconfort. 

¿Debo derribar mi zona de confort o me vale con una pequeña reforma?

Vale, esto está muy bien, pero, ¿cómo podemos salir de esta zona tan confortablemente inconfortable? ¿Debo derribar todo mi mundo y empezar de cero? ¿Puedo hacerlo poco a poco? Sobre esto hay mucho escrito y se pueden encontrar cientos de formas de hacerlo, pero no hay ninguna receta infalible para obtener el éxito. Como en casi todo, se trata de ajustar los cambios a tus necesidades, a cómo eres, cómo te sientes, qué prefieres y cómo lo prefieres hacer… El secreto está en aumentar el perímetro de tu zona de confort en lugar de derribarla por completo, y lo puedes hacer de formas distintas, poco a poco o bruscamente, elige lo que te haga más feliz y con lo que sientas mayor comodidad. Hay personas que apuestan por los cambios radicales, poniéndose después como ejemplo y contando lo valientes que fueron al atreverse a dar un vuelco a su vida. Hay miles de historias de este tipo donde dan detalles de lo de felices que son desde que le hicieron la peineta a su jefe y montaron su propio negocio… Siempre con final feliz, por supuesto. Pero esto no es así para todo el mundo, la vida real es mucho más variopinta y por supuesto hay muchas historias de gente que se atrevió a virar de rumbo y fracasó, lo cual no le quita mérito al asunto. Pero, en mi opinión, cada persona tiene su ritmo y eso hay que respetarlo. 

Medita, ¿Cuál es tu necesidad?, ¿Cuál es tu ritmo?

A veces con pequeños cambios graduales ejecutados de forma segura y con calma se puede conseguir mayor equilibrio y bienestar que con un cambio radical. Por tanto, no siempre se trata de salir, sino de ampliar nuestra zona de confort. Ten en cuenta que muchos cambios que ya hayas hecho en tu vida supusieron en un principio salir de esa zona, pero con el tiempo dejaron de generarte malestar y se convirtieron en parte de tu zona de seguridad. 

En primer lugar, hay que reflexionar sobre uno mismo, analizar en qué punto estás, si estás verdaderamente agusto o si hay aspectos que te gustaría cambiar de tu vida. Tómate tu tiempo para reflexionar sobre ello, escribir puede ayudar, ya que la escritura ordena el pensamiento. 

7 Claves para ampliar la zona de confort

  1. Establece metas nuevas. Analiza qué está interfiriendo con tu bienestar y haz una tormenta de ideas sobre soluciones posibles. Después decide cuáles de esas ideas puedes llevar a cabo, aunque sea difícil. De nuevo, escribir en el móvil, el ordenador o una libreta, pueden ayudar a aclararte. Una vez que tengas las metas decididas, divídelas en objetivos más pequeños que te acerquen de forma consecutiva y progresiva. Piensa de forma pormenorizada qué pasos tienes que dar para llegar a la meta final. Por ejemplo, si tu meta es cambiar de trabajo, uno de los primeros objetivos será actualizar el currículum, el segundo buscar empresas donde quieres trabajar, el tercero ponerte en contacto con ellas… Es muy importante que las metas y objetivos que te marques sean realistas, alcanzables y mensurables, es decir, que puedas comprobar de forma objetiva si estás cumpliendo lo que te has propuesto.  
  2. Amplía tu mundo. Atrévete a hacer aquello que siempre has soñado, o al menos algo que se acerque mucho. Por ejemplo, si siempre te ha gustado la escalada pero no estás en forma física para subir el Everest, siempre puedes al menos ir a un rocódromo cerca de tu ciudad y empezar a entrenar. 
  3. Anticípate a tus propias excusas. Podemos ser unos expertos en boicotear nuestros propios planes mucho antes incluso de que empiecen. Para evitar caer en esta auto trampa es imprescindible que nos adelantemos a ese yo del futuro que aprovechará cualquier excusa, por muy mala que sea, para no hacer algo. Por ejemplo, si mi meta es mejorar mi forma física, tengo que planificar a qué gimnasio me voy a apuntar, qué material y ropa deportiva voy a necesitar, qué tiempo de la semana le voy a dedicar… y obviamente una fuerte determinación.   
  4. Olvídate de los lunes. ¿Cuántas veces te has dicho “el lunes empiezo”? Se acabó, el cambio debe empezar hoy mismo. Abandona esa costumbre de posponer. Lo único que consigues así es alejarte más de tu estado ideal. 
  5. Sé flexible. En términos psicológicos la flexibilidad implica mirar el mundo de otra forma, ser capaz de ver las situaciones desde distintos puntos de vista, entender que a veces las cosas no son tan simples o que no son como parecen, que puede haber diferentes formas de explicar lo mismo, que tu forma de pensar no es la única… Esta forma de reflexionar amplía tu abanico de opciones y es una manera más saludable en términos psicológicos de estar en el mundo. 
  6. Arriésgate a cometer errores y aprende de ellos. Ya lo dice la sabiduría popular, el que no arriesga, no gana. Si no compras un billete de lotería nunca te va a tocar. Proponerse los cambios deseados como retos, en lugar de como amenazas, es un truco sencillo que puede ayudarte a dar el primer paso. Es posible que falles, que te caigas y que tengas que volver a ponerte en pie.    
  7. Aprende a tolerar la incertidumbre. Uno de los obstáculos más frecuentes es la intolerancia a la incertidumbre. La falsa sensación de que tenemos el control es uno de los mejores aliados de la zona de confort. En nuestra rutina, por muy aborrecible que sea, pensamos que por poder anticipar lo que va a ocurrir tenemos el control. Pero la mayoría de las veces es una mera ilusión, no somos el maquinista, sino un pasajero del tren. Reflexiona sobre ese supuesto control que tienes de lo que ocurre en tu día a día, y si te merece la pena o no continuar así.   

Del dicho al hecho siempre hay un trecho. Las redes están plagadas de consejos genéricos, aptos para cualquier situación, pero en la realidad la teoría puede ser difícil de aplicar, y el hecho de tener una taza o un póster con mensajes positivos no garantiza nada. Siempre hay que respetarse a uno mismo, forzarnos pero sin pasarnos, manteniendo el equilibrio entre cambio y bienestar, y aprendiendo a tolerar ese malestar inevitable inherente a la vida misma. Elige si quieres ampliar tu zona de confort y, en caso afirmativo, ve a tu propio ritmo, sin dejarte presionar por las ideas preconcebidas de que si no rompes con todo no has hecho nada. A veces, el simple aleteo de una mariposa puede desencadenar un huracán a cientos de kilómetros, ¿no?

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